Millones de niños pasan horas y horas ante un teléfono móvil o un ordenador, encantados con el invento e ignorando que son posibles víctimas de esos chacales que se dedican al tráfico de la pornografía infantil. La llegada de internet nos ha cambiado la vida y está transformando nuestra sociedad para mejor porque permite más y mejores avances de nuestra cultura. Pero como todas las cosas, también tiene el peligro de la utilización por los depredadores humanos hacia sus más bajos instintos. Me refiero al lado más perverso y peligroso de la acelerada digitalización que está sufriendo la red.
La pasada gripe china fue una excelente oportunidad para abusar sexualmente de los niños. El confinamiento que sufrimos para combatir la pandemia se extendió por todo el mundo y en los foros pedófilos de internet se frotaron las manos. Era lo mejor que les podía pasar e iban a aprovechar la oportunidad. Claro que lo hicieron, como después pudo comprobar el servicio policial europeo, Europol, en sus avisos a todos los componentes a los que sirve. La ocasión fue ideal para acosar, engañar, seducir. abusar, violar, grabar y por supuesto, compartir, a aquellas ingentes cantidades de niños que iban a estar conectados más tiempo que nunca.
Las alarmas no tardaron en saltar y empezaron por los Estados Unidos. Allí se encuentra la sede del Centro Nacional para Niños Desaparecidos y Explotados que actúa como gran vigilante mundial del tráfico de material pedófilo en la red. Sus informes diarios sobre actividades sospechosas de explotación sexual de menores que incluye los datos facilitados por algunas plataformas tecnológicas, son el gran termómetro planetario en la materia. Si en ellos aparece alguna referencia a España, se le envía a nuestro país de inmediato para que sea investigada. Casi 100 diarias antes del Estado de Alarma que saltaron -de golpe- a las 500 diarias cuando llegó la Semana Santa.
Se trataba de una escalada mundial, despiadada. Abril de 2020, se convirtió en el mes más trágico en la historia de la pornografía infantil. Aquel ataque global supuso cuatro millones de avisos, tres millones más que igual mes del año anterior, 2019. Nunca se había visto nada igual. También por eso, en ese año de 2020, la Policía española logró más identificaciones de agresores y de víctimas que nunca. Con el confinamiento, la ventana de oportunidad de los pedófilos se abrió de para en par.
Pasado el encierro, el tráfico regresó a niveles prepandémicos, a las cifras de niveles habituales, es decir, a la normalidad. El panorama sin embargo, ha cambiado. El coronavirus dejó en este campo una doble herencia. Por un lado, una sociedad cada vez más digitalizada en el trabajo, en la educación, en el ocio….Y si se aumenta la digitalización con todas sus ventajas también se aumenta la exposición, sobre todo a los niños Y por otro, ¿ cuántos videos y fotografías de pornografía infantil se crearon y se pusieron en internet durante aquellos meses ?. A estas alturas todavía no se sabe porque estamos tratando con cifras de vértigo.
Antes de que ocurriera todo esto, los números de abuso sexual infantil por internet llevaban años creciendo de forma exponencial y sin remedio. Basta con mirar la estadística de informes diarios del organismo norteamericano: desde 1998, 300.000 avisos ese año; 16 millones en 2019, poco más de dos décadas después. Entre enero y septiembre de 2020, se alcanzaron los 21 millones, debido al brutal mes de abril.
Todas las informaciones facilitadas se dividen en dos grandes grupos: los sospechosos de incitación a los niños para generar material pornográfico, que se incrementaron en en 63,31%. Y los de contacto con los niños -en sus diversas formas- en un 98,66%. Traducir estos porcentajes en número de archivos es una tarea imposible. Lo que sí se conoce es una cifra previa a la aparición de este tipo de gripe china. Fueron 45 millones las fotografías y vídeos de abuso sexual infantil -entre material recirculado y de nueva generación- que las compañías tecnológicas identificaron en sus plataformas en el años 2019.
Los Cuerpos Policiales españoles evitan dejarse aturdir por estas cifras. Solo queda seguir trabajando con los recursos disponibles. Insuficientes a todas luces, incluso para entes como Europol, Interpol, el FBI o el británico Scortland Yarkd, grandes arietes contra esta lacra social. El fenómenos es tan grave y está tan extendido que la Policía española está desbordada desde hace tiempo porque pararle los pies a uno de estos depravados lleva su tiempo, años en la mayoría de los casos.
Los investigadores hablan de series: material producido por un mismo niño como protagonista que se distribuye por entregas y en tiempo real. Como tal, implica el abuso en curso de un menor -bebés incluidos- y en algún lugar desconocido. Son los archivos más codiciados por las retorcidas filias y fetichismos de autores y consumidores pero también por ser la llave de entrada en las comunidades más cerradas. En la escala de gravedad que se maneja, este sería el grado máximo: imágenes que pueden incluir penetraciones, masturbaciones, sexo oral, torturas…Lógicamente, estos casos constituyen su prioridad porque cuando se descubren archivos en semejante situación, hay que centrarse en acabar con ese sufrimiento.
En la actualidad, hay redes de internet donde se distribuyen archivos sin necesitar servidor alguno. Por eso se sabe que de media, existen en España 7000 personas diarias que comparten material pedófilo. Al menos, a 5000 de ellas habría que detenerlas pero no se dispone de esa capacidad por eso el esfuerzo se pone en la búsqueda de grandes distribuidores y sobre todo, productores.
El problema es que detectar este material lleva su tiempo. Antes nadie tomaba precauciones ahora, en cambio, todo está encriptado, usan máquinas virtuales, navegan de forma anónima, pagan en criptomonedas. Todo se ha sofisticado. Por eso las investigaciones policiales cada vez son más complejas.
Como se está mostrando año tras año, la cifras negras del cibercrimen son muy altas pero ninguna de ellas supera las de las pornografía infantil porque el 99% de los casos no se denuncian y la mayoría de los niños y por lo tanto sus padres, no son conscientes de ser víctimas de un delito. Hasta que no se detiene a la persona y se le interviene material pornográfico de 200 0 300 menores, no se conoce el verdadero alcance de sus actividades.
Otro de los graves inconvenientes derivados del tráfico pedófilo de la red es que está poblada de imágenes de niños abusados que hoy son adultos. Muchas plataformas cuentan con herramientas para detener este trasiego de archivos pero no las usan de forma adecuada y si alguna lo hace no colaboran lo suficiente con las autoridades. Facebook y Google han intensificado la vigilancia pero muchas otras aún se quedan cortas. Las imágenes persiguen así a las víctimas durante años porque estas reaparecen de forma recurrente en la red o entre el material requisado a otros pedófilos, lo que obliga a las víctimas a recordar la pesadilla que vivieron siendo niños, llegando algunos de ellos hasta el suicidio.
El problema en España es la escasa cultura en la ciberseguridad. Toda la vida les hemos dicho a los niños que no hablen con desconocidos pero parece que lo hagan en internet no parece ser un problema. Los padres deben de ser conscientes de que en la red no todo el mundo es quién dice ser y así transmitírselo a sus hijos.