El éxodo masivo de ciudadanos venezolanos de los últimos años, huyendo de la persecución política y de la pobreza económica, los ha empujado a caer en la más vil miseria humana : ser víctimas de la trata de personas con fines de explotación sexual y laboral.
Así lo denunciaron en septiembre de 2.018, varias organizaciones de ayuda a los inmigrantes venezolanos como la Fundación de Ideas para la Paz ( FIP ), de Colombia que, en su Informe, se refiere a la vulnerabilidad en la que se encuentran las poblaciones que viven en las fronteras, donde existen múltiples economías ilegales como los tráficos de drogas y gasolina ; la minería ilegal ; la trata de personas, la explotación sexual y el tráfico de inmigrantes.
Este documento confirmaba otro, que se había publicado el mes anterior, realizado por el Observatorio de Mujeres y Equidad de Género, de la Secretaría de la Mujer de Bogotá ; según el que, el 35 % de las mujeres que ejercen la prostitución en esa ciudad son extranjeras y de las que, el 99,8 %, son venezolanas. Durante la elaboración del estudio, manifestaron que ejercían la prostitución ante la falta de otras salidas a pesar de que el 33,1 % de ellas, tenían una educación universitaria. A esto se suma que la mayoría de las mismas ( el 84,5 % ) , tenían familiares que dependían de estos ingresos.
Otra organización, la Agencia para la Protección de la Infancia del Gobierno Colombiano, tenía identificados durante la primavera de 2.018, a casi 400 menores venezolanos, víctimas del trabajo infantil ; obligados -entre otras cosas- a mendigar por las calles o semáforos o a realizar trabajos domésticos.

Los problemas de Venezuela están haciendo aumentar, de manera importante, el número de personas en riesgo de sufrir esta esclavitud moderna ; sobre todo, dada la inseguridad pública y alimenticia y el flujo de refugiados, hacia otros países, especialmente de Sudamérica, Centroamérica y el Caribe : los territorialmente mas próximos.
La crisis migratoria venezolana es quizás el fenómeno regional más ignorado por la comunidad internacional. En los últimos años, el ritmo acelerado de inmigrantes y refugiados venezolanos que huyen de su país, ha aumentado de 4 millones a 4,6 millones, y las proyecciones esperaban que, para finales de 2.019, se alcanzara la cifra de cinco millones de desplazados. Con respecto a la población de Venezuela, representa una huida de casi el 15% de los ciudadanos.
Una cifra alarmante para un país que, como menciona el coordinador de la crisis migratoria venezolana en la Organización de Estados Americanos (OEA), David Smolansky, no atraviesa por una guerra ni una catástrofe natural. Según los últimos datos recabados por la OEA, el país que más venezolanos acoge es Colombia con 1.600.000; seguido por Perú (900.000); Estados Unidos (422.000); Chile (400.000); Ecuador (350.000); Brasil (170.000) y Argentina (150.000). En menor medida, Panamá con 100.000 y México con 70.000 exiliados.
Otros países de Hispanoamérica y el Caribe donde han llegado los venezolanos son: República Dominicana (40.000); Guyana (36.000); Costa Rica (30.000); Curazao (26.000); Canadá (22.000); Aruba (16.000); Uruguay (10.000) y Bolivia (10.000). España, por su parte, es el país con la comunidad más grande de venezolanos fuera del continente americano, con al menos 300.000.

Para frenar este éxodo descalabrado de venezolanos, nueve países de la región han establecido restricciones para entrar en su territorio. Desde la tenencia de un pasaporte en vigor hasta un Visado de Entrada, que puede costar entre 50 y 100 dólares norteamericanos. Algo impensable para una población donde el salario mínimo ronda apenas los tres dólares. Ante este tipo de medidas, son muchos los que arriesgan su vida cruzando pasos fronterizos ilegales.
Ecuador, Perú, Chile, Trinidad y Tobago, Guatemala, El Salvador, Honduras y Panamá exigen ya Visado de Entrada y, en unos meses, se van a sumar Aruba, Curaçao y Bonaire por petición explícita de los Países Bajos, su potencia dominante.
Si bien en 2015, Europa se vio desbordada por la crisis de refugiados sirios (llegaron alrededor de 6,3 millones), el continente americano no da abasto para seguir recibiendo venezolanos que cruzan fronteras caminando por la falta de alimentos, medicinas y oportunidades. Diariamente, 5.000 venezolanos atraviesan a pie la frontera colombo-venezolana y desde allí continúan su recorrido hasta Perú, Ecuador o Chile.
Apenas 1,8 millones de venezolanos disfrutan de protección temporal con acceso a la salud, educación y oportunidades en los mercados laborales. El resto se encuentra en situación irregular en los países de acogida.

Este desbandada incontenible que el Fondo Monetario Internacional ( FMI ), en su último Informe publicado, señalaba como una verdadera tragedia que, de no revertirse las condiciones que lo originaron pronostica que, en los próximos tres años, va a incrementarse hasta alcanzar los 10 millones de emigrantes y sería un hito en la historia de las emigraciones.
Pero para el régimen bolivariano de Nicolás Maduro, el del Socialismo del Siglo XXI que vendían Juan Carlos Monedero, Pablo Iglesias, Íñigo Errejón y compañía ; esta salida masiva de sus ciudadanos tiene indudables ventajas. A saber : por un lado, debilita los movimientos políticos y sociales opositores, privados de sus mejores apoyos que se encuentran en las clases medias y son las que -porcentualmente- más se están marchando.
Por otro, hay que tener en cuenta que, las remesas de los emigrantes ( calculadas en unos 4.000 millones de euros ) no solo supone un ingreso extra de divisas -muy necesarias- en estos tiempos tan difíciles para afrontar sus deudas, para un Gobierno cercado por los organismos financieros internacionales y las sanciones de los Estados Unidos de América del Norte sino que además, alivia la situación de penuria que atraviesan decenas de miles de familias, con lo que se reduce la conflictividad social.
Y por último, la dolarización de la economía venezolana ( algo tan habitual históricamente que ni siquiera el chavismo pudo eliminar ) ha podido impedir que la inflación alcance el 7.500%, a finales del años 2.019 y que el cambio de un dólar norteamericano equivalga a 69.000 bolívares que es la moneda nacional venezolana. Lo que supone que, quien no tenga un familiar trabajando en el extranjero que lo sostenga o es miembro del aparato del régimen dictatorial, se convierte en candidato a emigrar si no se quiere morir de hambre.

Mientras ocurren estas cosas en ese país maravilloso y hermano, dotado de una riqueza envidiable, capaz de mantener un desarrollo sostenible que envidiarían sus vecinos, nuestro Gobierno progresista trata de salvar la cara ante la tiranía que lo está destruyendo. Lo que le faltaba era asociarse con Podemos para olvidar el sufrimiento de la población de un país que hasta la llegada del chavismo y compañía, gozaba de uno de los niveles de vida más altos de América del Sur.