Este año de 2.025, está avanzando en medio de una creciente inestabilidad política internacional. Continúa la guerra de Ucrania, la destrucción de Gaza por Israel se ha paralizado de momento, la nueva presidencia de Donal Trump en Estados Unidos y los incidentes fronterizos de Pakistán y la India en la siempre disputada región de Cachemira, están transformando las prioridades del mundo actual.
Este cambio de siglo también golpeará -a buen seguro- a Hispanoamérica, tan olvidada como siempre de los intereses europeos y por eso España debería de asumir un papel protagonista en la cooperación con aquellas repúblicas americanas en este momento de tanta incertidumbre global. La atención a la desigualdad y la pobreza es un eje clave para garantizar una alianza intercontinental eficaz y resistente.
Vivimos en un tiempo complejo para la cooperación internacional. La actual crisis de financiación que ya está llevando a la cancelación de programas de ayuda al desarrollo y el desmantelamiento de organizaciones como la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional ( USAID, en sus siglas en inglés ) que gestionaba buena parte de la cooperación estadounidense en el mundo, está afectando a millones de personas de aquella región.

A esto hay que sumarle que Hispanoamérica estaba ya fuera del foco de muchos donantes internacionales con el agravante de que varios países europeos del nivel de Francia, Alemania y Gran Bretaña han anunciado ya recortes en sus presupuestos nacionales de ayuda al desarrollo durantre los próximos años. Además, previsibles restricciones emigratorias y una mayor presión económica ahondarán en la ya grave situación de desempleo e inestabilidad social.
Este no debería ser un problema ajeno porque lo que ocurra allí debería de afectarnos también a nosotros. Se trata de un espacio que compartimos durante tres siglos y con el que estamos ligados por razones tan importantes como la lengua, la cultura y la religión. España no es un Estado europeo cualquiera sino que tiene una responsabilidad particular en estos momentos de tensión como amigo y como socio.
En este sentido, se llevan varios años dando pasos muy importantes. Durante la última Presidencia española de la Unión Europea en 2.023, se reactivaron la relaciones interregionales, se impulsó la Nueva Agenda con aquel continente y se apoyó la creación de la Agenda de Inversiones Global Gateway como instrumento para canalizar inversiones europeas hacia sectores estratégicos de aquella región geográfica. En este año de 2.025, este comprmiso debe de consolidarse ya. Madrid que acogerá el próximo año la Cumbre Iberoamericana y el pasado mes de julio fue la sede de la Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo convirtiéndose así en el primer país europeo en albergar una reunión de este nivel.

La colaboración entre naciones debe de estar en el centro de este impulso. No solo como un gesto de buena voluntad sino también como una inversión estratégica porque no habrá cooperación posible entre ambos lados del océano Atlántico sin cohesión social, sin justicia y sin oportunidades reales para la población en general. Si no se actúa, el riesgo es que se quede como una zona empobrecida, fragmentada y cada vez más alejada de los valores democráticos que compartimos.
En este mundo tan inestable, España debe seguir refirmándose como aliada de Hispanoamérica, no por nostalgia sino por intereses comunes, responsabilidades históricas y comunidad de valores. La estabilidad de la América hispana es también la nuestra.
En este marco, un reciente estudio elaborado por la organización no gubernamental Ayuda en Acción y la Organización de Naciones Unidas ( ONU ), decía que más del 20% de los jóvenes de aquel continente que tienen un empleo, viven por debajo del umbral de pobreza y cerca del 40% percibe un salario inferior al mínimo legal. A esto, se suma una preocupante brecha educativa donde estimaba que solo la mitad de los niños pobres terminaban la educación secundaria frente a 9 de cada 10 entre los más pudientes.

Sin políticas eficaces para atajar estos desafíos pueden aumentar la exclusión en lugar de reducirla. En el informe citado, se proyectaba un escenario para 2.030 en el que millones de personas se desplazarán desde el campo y la industria hacia el sector de los servicios pero sin ninguna garantía de conseguir un empleo digno, ni estabilidad laboral. Esa frustración puede alimentar la desafección democrática y abrir la puerta a soluciones autoritarias.
España puede y debe dirigir este esfuerzo, no solo por lo que somos y por lo que compartimos con aquellos países sino porque hacerlo también es mantener nuestro lugar en el mundo. Ante un contexto global incierto, reforzar los lazos de amistad con Hispanoamérica no debe de ser una opción sino también una necesidad y una oportunidad que debemos de aprovechar.
Certero articulo. Una pena que los gobiernos de Zapatero y Sánchez hayan dejado de impulsar las Cumbres Iberoamericanas.
Como bien refleja el artículo, hemos dejado la iniciativa en la zona en manos de Estados Unidos, Rusia o China. Pero España debe resucitar de sus cenizas y plantear un gran futuro comercial hispanoamericano, ya que la lengua y cultura suponen un patrimonio ya logrado de primer orden. Solo faltan 2 cuestiones: Creernoslo y algo de financiación. No podremos ofrecer un plan Marshall, pero algo mejor que complicidades con Nicolás Maduro, seguro que sí.
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Gracias por tu comentario, Carlos. Un abrazo.
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