La suspensión sin precedentes de la etapa final de la Vuelta Ciclista a España, ocurrida el pasado domingo en Madrid y con ella la posterior entrega de premios, provocada por unos cuantos cientos de manifestantes radicales que llevaban dias desplegándose y obstaculizando el recorrido de esta competición deportiva de notable proyección internacional para denunciar los crímenes de guerra que Israel está realizando en la franja palestina de Gaza, derivó en unas protestas que si bien podían entenderse al principio pasaron enseguida a ser unos hechos intolerables.
La presencia en esta carrera ciclista de un equipo privado israelí ( Israel-Premier Tech ), dirigido por un español, el navarro Oscar Guerrero, que estuvo sufriendo durante el recorrido de la misma pintadas amenazadoras que rebasaron todo activismo pacífico que fue deslegitimado con actuaciones que pusieron en riesgo la seguridad de los corredores y de miembros de la organización y que culminaron en la etapa final con enfrentamientos con la Policía a la que agredieron con lanzamiento de botellas, botes y vallas protectoras. La bondad de una causa no justifica ningún exceso que en último extremo y a modo de fracaso en su pretensión, requiera el empleo de la violencia contra los trabajadores de la seguridad ciudadana.
El argumento de los manifestantes que era coincidente con el del Gobierno social-comunista de Pedro Sánchez de que los desórdenes públicos ocurridos en las calles de Madrid apenas tenía importancia si se relacionaban con las barbaridades que se estaban cometiendo contra los palestinos, constituye una falacia exculpatoria que bajo un pretendido compromiso político solidario, lo que terminó haciendo fue una banalización inimaginable del sufrimiento de los gazatíes. Este padecimiento exige de la comunidad internacional que haga cuánto sea preciso para que el Gobierno de Netanyahu le ponga fin de inmediato y una empatía pública para que no se convierta en protagonista con ejercicios de fuerza inaceptables.

Si el boicot consumado de la Vuelta Ciclista ya resultaba excepcional y fue objeto de seguimiento y condena a escala mundial, lo que más sorprendió fueron las declaraciones previas del Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que aprovechando su intervención en un acto de su partido ( PSOE ) celebrado en la ciudad de Málaga, avalando y animando a sus huestes y a las hordas vascas y las turbas de la ultraizquierda comunista que ya habían dado muestras de sus intenciones en el desarrollo de las etapas previas, como muestra del orgullo y la dignidad de la sociedad española contra la masacre palestina.
Esta identificación tan simple y exagerada molestó en un principio a todo español de bien y se fue confirmando en el transcurso de la semana cuando muchos ciudadanos que deploran las atrocidades que está cometiendo el Gobierno israelí, no se han sentido representados en su conciencia íntima. Y resulta incomprensible que quién es el responsable último de la protección del orden público en España y garantía de la realización pacífica de las competiciones deportivas y espectáculos públicos, animara sin matices las protestas sabiendo que el dispositivo policial iba a ser un teatrillo para disimular si se producían las alteraciones previstas para reventar el normal desarrollo de la competición.
El Delegado del Gobierno en Madrid, Francisco Martín, hizo una declaración en la sede de la Delegación en la que aseguró que la ciudad había sido un ejemplo de dignidad tras suspenderse el final de la Vuelta Ciclista por unas protestas que a su juicio, no habían causado incidentes graves, dado que solo se habían producido dos detenciones entre los más de cien mil manifestantes, parte de los cuales reventaron el recorrido de la carrera deportiva. Continuando con que Madrid, había enviado al mundo un mensaje de solidaridad, de humanidad y de empatía con el sufrimiento del pueblo palestino y había hecho una gran llamada a la reacción de la comunidad internacional.

El Delegado del Gobierno, como la autoridad competente en el dispositivo policial establecido, celebraba el fracaso del mismo al no conseguir los objetivos que se perseguían: que la Vuelta concluyera con normalidad y que no se produjeran incidentes. En el colmo del cinismo político, tuvo palabras de reconocimiento poer la profesionalidad demostrada por todos los integrantes de los cuerpos policiales participantes. Las críticas recibidas desde todos los sectores de la sociedad por su inacción ante el asalto de los manifestantes propalestinos a los espacios públicos y al boicot de los ciciclistas no han cesado desde entonces.
En una posterior sesión de control al Gobierno celebrada en el Congreso de los Diputados, el ministro del Interior, Fernando Grande Marlasca, afirmó que se sentía orgulloso y sin un ápice de arrepentimiento sobre las instrucciones dadas sobre los pacíficos manifestantes pese a los actos violentos que se produjeron e impidieron la última etapa de la competición deportiva, con saldo de 22 policías heridos a los que deseó una pronta recuperación.
Ante tamaño dislate producido antes, durante y posterior fin de recorrido ciclista, los sindicatos policiales salieron en tromba a poner de manifiesto la enorme emboscada que se había realizado a las unidades policiales para impedir el normal desarrollo de una prueba deportiva de esta envergadura que era lo que le interesaba al Gobierno de la Nación por su oportunismo político en el conflicto palestino-israelí, sin importarle lo más mínimo el desprestigio de unas fuerzas antidisturbios reconocidas a nivel mundial, el sacrificio de sus componentes y el daño a la ciudad de Madrid que está siendo un escaparate mundial de libertad. progreso y convivencia intercultural.

La sociedad española ha dado numerosas muestras de ser solidaria, que se compromete con causas nobles; que usa los cauces democráticos para hacer valer sus opiniones, influir en las autoridades y promover debates. Es loable salir a la calle a protestar, reclamar y exigir de forma pacífica pero sin avasallar, sabotear, ni emplear la violencia. Pero no se puede admitir bajo ningún concepto y de ninguna de las maneras que el Gobierno de la Nación preste su aval a una guerrilla urbana que amparados en una causa tan noble como la exigencia del fin de las matanzas palestinas, ocasionen disturbios públicos y ataques a la Policía en unos actos vergonzosos y reveladores de cómo estos grupos radicales entienden la democracia y el derecho constitucional a manifestarse públicamente.
El Presidente del Gobierno fue un irresponsable, Desde su alta función no puede llamar a la movilización general en la que había precedentes de empleo de violencia y en esta ocasión existía riesgo de que se empleara de nuevo como así ocurrió. Tenía que hacer todo lo contrario, llamar a la calma, a la pacífica convivencia y condenar cualquier tipo de violencia que se pudiera dar. Los altercados debieron de ser reprobados desde el principio y puestos al margen de la estrategia del Gobierno contra Israel. La convivencia española debe de ser sagrada porque está en juego la democracia que disfrutamos.

El Gobierno ha cometido una acción muy peligrosa que sienta un grave precedente. En eso no consiste la ayuda al pueblo palestino, lastrado por terroristas que felicitan a Pedro Sánchez, nunca se olvide. Los incidentes tolerados que paralizaron la última etapa de la Vuelta Ciclista a España no es motivo de orgullo alguno porque es una vergüenza. Y lo peor es que muy probable que no vaya a ser un hecho aislado.




































