Vivimos tiempos de cambios en los partidos políticos de la extrema izquierda que apoyan a la gobernalidad de los socialistas en el Gobierno de la Nación, marcados por los varapalos que han sufrido últimamente debidos a su descarada hipocresía política. Sumar, sacudido por el escándalo de las presuntas agresiones sexuales de su portavoz parlamentario en el Congreso de los Diputados, Íñigo Errejón y Podemos, afectado por la denuncias de abusos sexuales del cofundador de la formación, Juan Carlos Monedero.
En este contexto, ambas organizaciones políticas iniciaron un proceso de sustitución y renovación de sus direcciones orgánicas en sus respectivas asambleas en las que afrontaron el futuro sin estas y otras figuras claves que han definido su estrategia ideológica durante su nacimiento y la han continuado en los últimos años.
Mientras Podemos busca recomponerse tras su ruptura con Sumar y fortalecer su identidad propia como partido feminista e independendiente, el movimiento Sumar tambien redefine su estructura en un intento por consolidarse como referente progresista y alternativa a sus antiguos socios.

En la reunión celebrada el pasado 29 de marzo, los delegados de Sumar eligieron a la hasta ahora secretaria de organización Lara Hernández y al portavoz económico Carlos Martín como nuevos coordinadores generales, mientras que la vicepresidenta primera del Gobierno, Yolanda Díaz pasaba a desempeñar un nuevo papel dentro del partido como nueva coordinadora institucional y de acción de gobierno.
Como no es verdad que todo les va tan bién como trasciende de sus encuentros, conviene recordar que Sumar nació como un movimiento ciudadano con el apoyo de 35 expertos de la sociedad civil que con el transcurso del tiempo ha sufrido una fuga de cerebros que le ha obligado a transformarse en un partido político tradicional al uso. Uno más.
Algo que ha propiciado que muchos de sus ideólogos que participaron en su fundación hayan decidido apartarse del proyecto actual por haber perdido su identidad. El goteo de salida de intelectuales ha sido progresivo. Tras las elecciones generales del mes de julio de 2.023 y la reconfiguración del espacio en 2.024, solo 16 de estos expertos siguieron vinculados a la organización y en la actualidad apenas siete continúan.

Figuras clave como los politólogos, Ignacio Sánchez Cuenca y César Rendueles o el magistrado del Tribunal Supremo, Fernando Salinas, ya no forman parte de la estructura del partido. Al igual que ocurre con la escritora Elisabeth Duval, uno de los últimos símbolos del que fue el movimiento ciudadano cuya salida refuerza la sensación de que Sumar ha perdido su esencia inicial quedando su dirección en manos del círculo más cercano a Yolanda Díaz.
Podemos sigue el mismo camino que Sumar y centra sus esfuerzos en alejarse del daño causado por el caso Juan Carlos Monedero y en hacer oposición a sus antiguos coaligados a los que acusan de actuar en base a los intereses de Pedro Sánchez.
Sin embargo, tras conseguir Ione Belarra la renovación de su cargo de secretaria general de Podemos, atrás quedan los tiempos en los que los intelectuales de la formación tenían un gran peso orgánico. Solo algo más del 10% de los que pueden considerarse pensadores han decidido continuar en la organización.

Muy atrás queda el Podemos del 15-M que vino para cambiar España y ha resultado lo contrario porque ha sido España la que ha cambiado a Podemos. Ninguno de los que decidieron crear el partido como Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, Íñigo Errejón, Teresa Rodriguez o Miguel Urbán, forman ya parte de la organización política. Belarra tan solo cuenta con los nombres de Irene Montero e Isa Serra como militantes históricos y quiere redefinir el partido en base a tres hitos: el antirracismo, el antibelicismo y el feminismo.
Así, las trayectorias de Sumar y Podemos son el claro ejemplo de cómo dos proyectos politicos nacidos con vocación de ruptura con el sistema político establecido, han terminado siendo absorbidos por las inercias del régimen vigente. Ambas formaciones, surgieron con la promesa de una nueva forma de hacer política, apostando por la participación ciudadana y rechazando las estructuras rígidas de los partidos tradicionales aunque con el tiempo sus direcciones se han cerrado sobre sí mismas, imponiendo dinámicas internas marcadas por el personalismo, la burocratización y las luchas de poder,
Lo que en sus inicios fue un intento de desafiar el orden establecido, finalmente ha derivado en organizaciones que reproducen muchas de las prácticas que en su momento criticaron por lo que la pérdida de sus referentes intelectuales y figuras claves no solo ha debilitado sus proyectos originales sino que también ha evidenciado la dificultad de sostener una alternativa política sin terminar atrapado en las vigentes reglas del juego constitucional.


































