Ayer, 17 de agosto, se cumplieron dos años del luctuoso aniversario de los atentados yihadistas de Barcelona y Cambrils ( Tarragona ) , donde 16 personas murieron de forma bárbara y más de un centenar resultaron heridas.
Estos ataques no iban dirigidos a nadie en concreto sino al conjunto de la sociedad española y su modelo de convivencia democrática y de Estado de Derecho, para debilitarlos.
El grupo islamista que los materializó, se dirigió contra familias que paseaban por la más céntrica y conocida de las calles de la ciudad, las populares Ramblas, en un día de verano que además compartían con centenares de turistas que visitaban la ciudad.
Con su ataque, querían enviar un mensaje de terror al mundo, resultando heridas personas de más de 30 nacionalidades. Además fracasaron en su objetivo porque este irracional atentado nos hizo más fuertes como sociedad.
La imagen que Barcelona transmitió al mundo durante aquellos días no fue la de una capital asustada, dispuesta a renunciar a su carácter pacífico, abierto y cosmopolita. Lo que encontraron los ciudadanos de este planeta fue una ciudad solidaria, volcada en el apoyo a quienes sufrían, mientras se mostraba orgullosa de su diversidad y de su energía. Al igual que Cambrils.
De aquella desgracia se obtuvieron importantes enseñanzas como la que, sin la colaboración de los distintos Cuerpos Policiales, es imposible detectar los cauces de la amenaza terrorista. No se trata de ver quién hace las detenciones sino que el esfuerzo colectivo sea capaz de desarticular a estos fanáticos e iluminados, enemigos de las sociedades libres.
Corresponde al Ministerio de Interior la firmeza necesaria para que los mecanismos establecidos para asegurar una leal colaboración interpolicial, dé los frutos necesarios en este tipo de lucha antiterrorista.
Igual ocurre con los servicios policiales de otros países que requiere también de la fluidez necesaria para combatir una exigencia global de la naturaleza del yihadismo que tiene conexiones en organizaciones de varios continentes.
En este apartado no se debe de olvidar el necesario e imprescindible consenso político, acompañado de un férreo armazón legislativo y unos tribunales especializados. Porque gracias a todos estos elementos de seguridad, se puede afirmar con rotundidad que España es un país seguro, que se vive con precaución pero sin miedo.
La respuesta del Gobierno de la Nación y la sociedad al terror, tiene que ser firme, unánime , porque la finalidad de los terroristas es dividirnos , crear odios y diferencias donde antes había paz e igualdad. Para ello buscan a jóvenes incautos, vulnerables, a los que convencen con falsas promesas sobre un futuro feliz que no van a encontrar en su día a día.
La reacción a ese fin no puede ser otra que, demostrarles a esos jóvenes que no existe mejor proyecto de vida que el basado en los valores de respeto y convivencia con todas las personas, sea cual sea su lugar de procedencia.
Un pilar de la lucha contraterrorista, unido a la eficacia policial, colaboración ciudadana y lealtad institucional debe de ser el trabajo para frenar la radicalización y detener a quienes inoculan el odio e intervenir para evitar su propagación para contribuir así a la seguridad colectiva.
Gracias a la combinación de prevención, firmeza y solidaridad, se logrará derrotar a los que intentan asustarnos. Y por encima de estos y otros valores, hay uno que los sintetiza de manera magistral : la unión de todos. Una sociedad y un Gobierno en sintonía, en perfecta comunión, es el mejor antídoto contra el terror.