Javier tiene 12 años. Es mi nieto mayor y está en primero de la ESO ( Educación Secundaria Obligatoria ). Por las tardes, le ayudo a hacer los deberes aprovechando que estoy jubilado y es lo mejor que puedo hacer, en esta época que me toca vivir. Las matemáticas y la lengua no le gustan nada y en clase les presta poca atención. Trato de convencerle que, a pesar de ello, las tiene que entender porque van a ser muy importantes en su vida. En cambio, en geografía e historia va solo y como estas si que le gustan, me acosa a preguntas.
Me entero por la prensa, de los planes que tiene el Ministerio de Educación para el próximo curso y según aparece, en el borrador que circula por internet, la Historia se verá bastante afectada y por ejemplo, todo lo anterior a la invasión de los franceses, que fue en el siglo XIX, se va a diluir o casi desaparecer. Se han formulado miles de alegaciones a este proyecto y el rechazo de la Real Academia de la Historia es firme por lo disparatado que supone.
Como es bastante probable, que la autoridad educativa imponga su criterio, estoy decidido a que Javier conozca la importancia del Imperio Romano y las consecuencias que tuvo su cultura en España, que todavía perduran, como son los restos arqueológicos que llenan la península ibérica; la enseñanza de su idioma, el latín; la contribución de su derecho jurídico a las relaciones personales actuales y tantas otras cosas. Ningún otro pueblo foráneo, conseguirá influir de manera tan persistente y decisiva en los destinos de España y de los españoles.

En las notas que estoy tomando ya para confeccionar el documento final, quiero resaltar no solo la importancia de su presencia en esta piel de toro sino que también, las grandes aportaciones que la España de entonces, que se llamaba Hispania, dio a Roma en productos, escritores y hasta emperadores.
Quiero empezar diciéndole que, con la llegada a las costas españolas de pueblos colonizadores del mar Mediterráneo Oriental, como fueron los fenicios y después los griegos, se inició un proceso de intercambio cultural y material, que acabó provocando una profunda transformación política, económica y social en las zonas que estos navegantes frecuentaban.
Que este proceso, afectó a las sociedades autóctonas, las cuales a pesar de su imagen de fragmentación tribal, fueron capaces de desarrollar una civilización propia y de extenso alcance territorial, como lo atestiguan los numerosos documentos y enseres hallados, que acreditan una producción artesanal, un tipo de urbanismo, estructura social, etc.

A continuación, le tengo que decir que, en el último tercio del siglo III antes de Cristo, el territorio peninsular se convirtió -sin saberlo- en una tierra en disputa por las dos grandes potencias de la época: Cartago y Roma. Atraídos por los múltiplos recursos naturales disponibles, los cartagineses llegaron primero para conquistar importantes zonas geográficas del sur y levante español, que los romanos no tardaron en combatir. La confrontación bélica, que lo fue a gran escala, llevaría a Roma a conquistar todo el territorio hispano.
Que, de esta manera, se consiguió por primera vez, la unidad política de las diferentes tribus, diseminadas por toda la geografía peninsular, bajo la administración de un país extranjero. A través de esta presencia, se fomentó, la integración de sus diferentes zonas, en una mancomunidad política, económica, social y religiosa, denominada Hispania. Hasta entonces, ningún otro pueblo extraño, había conseguido influir de manera tan decisiva sobre los destinos de la nueva nación y sus habitantes.
Que, la romanización española, capaz de respetar las peculiaridades autóctonas, sin llegar a suplantarlas y de sentar las bases de una nueva identidad hispanorromana, suscitó rechazos y adhesiones a la vez y se configuraría como agente transformador de una nueva sociedad. Durante este tiempo, más de seis siglos, Hispania llegó a ser uno de los más sólidos soportes del llamado Imperio Romano.

E hizo, múltiples aportaciones en el terreno económico, a base de metales, cultivos agrícolas, salazones… pero donde fue espectacular es en el campo de las letras, con Mela, Séneca, Lucano, Marcial, Columena, Quintiliano; la política, con Trajano, Adriano y Teodosio ; y lo religioso, con Osio, Dámaso, Prisciliano… Contribuyendo así, a reducir y estrechar los vínculos entre las élites provinciales de la periferia del Imperio y la gran urbe: Roma. La cristianización pondrá de relieve la inserción de Hispania en el ámbito religioso del dominio y establecerá el camino a recorrer por la sociedad hispanorromana en su trayectoria final.
Que, en la época de transición de la Antigüedad al Medievo, la península ibérica se desgarra con motivo de las invasiones germánicas. La unidad conseguida, se integra en el nuevo marco político traido por los bárbaros aunque con la marginación, de partes significativas de la población. Esta, que habita mayoritariamente en el mundo rural, empieza a hablar una lengua basada, fundamentalmente, en el latín, excepto los siempre irreductibles vascones. En las ciudades, las huellas del pasado romano permanecen vivas y prolongan las señas de identidad dentro de un mundo sujeto a profundas crisis y transformaciones. Por otra parte, persiste un cúmulo de diferencias regionales, determinadas por factores naturales o por la geografía humana, niveladas durante algún tiempo pero que nunca lograrían ser superadas.
Unidad y multiplicidad, es el lema que puede utilizarse desde el principio, como motivo principal, para analizar la península ibérica en la antigüedad, condicionada por la decisiva influencia secular de Roma, en la mayor parte de su territorio y donde la relevancia de Hispania es extraordinaria.
El estudio de este brillante pasado español, no puede quedar de lado en el sistema educativo futuro, como pretende la reforma que, según ha trascendido, prepara este Gobierno que nos ha tocado en suerte. Y ya me encargaré yo, de que, mi nieto Javier lo conozca; su hermano Juan cuando salga de primaria y los demás vástagos que pudieran venir.